El problema de España es que quienes nos gobiernan no gestionan el Estado y sus recursos para proporcionarnos bienestar, nos proporcionan entretenimiento puesto que eso es lo que quiere el grueso de la población. Si fuera una cosa seria, se debatirían cuestiones económicas y no sobre derechos y libertades que están más que reconocidos en nuestro estado. Se saldría a la calle a protestar por la no transposición del régimen de franquicia para los autónomos y pequeñas empresas, se saldría a protestar por que las cotizaciones de los trabajadores suponen casi el 50% de su sueldo y en rentas medianamente altas se le añaden las retenciones pudiendo superar incluso el 50% del sueldo íntegro del trabajador. Se protestaría por la falta de industria de este país, por la desincentivación del emprendimiento y la incentivación del trabajo público en detrimento de la primera. Se invertiría en innovación puesto que sería evidente que el principal motor económico es ese, evolucionar.

Vivimos en el país del espectáculo cuando ello no nos beneficia como sociedad en nada.

Están tan obsesionados con la clase media que a poco que ganan algo se lo gastan en lujos de pacotilla (BMWs, iPhones, bambitas Nike) para aparentar que forman parte de ella sin darse cuenta que se siguen viendo como unos patanes barriobajeros porque no saben ni comportarse. La verdadera clase media no tiene que aparentar nada, viven tranquilamente en una urbanización descojonándose de los garrulos que se amontonan en bloques de 10 plantas en el barrio de calles sucias de turno, compitiendo por quién se cruje antes el cuello con el bling bling.